viernes, 26 de junio de 2009

La verdadera naturaleza de la palabra religión, que nada tiene que ver con los dogmas mal llamados religiones



Foto de JeffSullivan

Religarse



La religión, necesidad de religarse, como experiencia humana, progresa de" la esclavitud del temor primitivo" del salvaje evolutivo, hasta la libertad de fe sublime y admirable de aquellos mortales civilizados que son magníficamente conscientes de la filiación con el Dios eterno.

Religarse —la fe y convicción de la personalidad integrada— puede siempre triunfar sobre la lógica superficialmente contradictoria de la desesperación, nacida en la mente material no creyente.
Existe realmente una verdadera y genuina voz interior, esa «luz verdadera que alumbra a todo hombre que entra en el mundo» y que todos y cada uno de nosotros ha escuchado, para oír o desoír, alguna vez. Y esta guía espíritu es distinta del impulso ético de la conciencia humana.

La sensación de seguridad religiosa es más que un sentimiento emotivo. La seguridad de la religiosidad trasciende la razón de la mente, aun la lógica de la filosofía. El acto de religarse es fe, confianza y seguridad.

La verdadera religión no es un sistema de creencia filosófica, ni dogmática, que se pueda razonar y sustanciar mediante pruebas naturales, tampoco es una experiencia fantástica y mística de sentimientos indescriptibles de éxtasis que tan sólo puedan disfrutar los devotos románticos del misticismo. La religión no es el producto de la razón, pero vista desde adentro, es totalmente razonable.

Religarse no se deriva de la lógica de la filosofía humana, pero como experiencia mortal es totalmente lógica y necesaria pues es la experiencia de la divinidad en la conciencia del ser moral de origen evolutivotrascendente ; representa la verdadera experiencia con las realidades eternas en la permanencia en el tiempo, la realización de las satisfacciones espirituales aún en la carne.

El espíritu divino hace contacto con el hombre mortal, no mediante sentimientos o emociones ( eso llega después) , sino en el dominio del pensamiento más elevado y más espiritualizado. Son nuestros pensamientos los que nos conducen hacia Dios. Se puede percibir la naturaleza divina tan sólo con los ojos de la mente. Pero la mente que verdaderamente discierne a Dios, escucha su conciencia , es la mente limpia. Sin verdadera honestidad, ningún hombre podrá ver a Dios.
Toda comunión interna y espiritual de este tipo se denomina discernimiento espiritual. Estas experiencias religiosas son el resultado de la impresión producida sobre la mente del hombre por la actuación combinada del diálogo con el Espíritu de la Verdad a medida que éstos funcionan sobre y por intermedio de las ideas, ideales, visiones y luchas espirituales de los hijos evolutivos de Dios.Consiste, no en el descubrimiento de nuevos hechos o en el hallazgo de una experiencia única, sino más bien en el descubrimiento de significados nuevos y espirituales de los hechos ya bien conocidos y no debidamente atendidos por la humanidad.
La experiencia religiosa más elevada no depende de actos previos de creencia, tradición y autoridad; tampoco es la religión el vástago de sentimientos sublimes y emociones puramente místicas. Más bien es una experiencia profundamente honda y real de comunión espiritual con las influencias espirituales que moran en la mente humana, y en cuanto dicha experiencia se pueda definir en términos de psicología, es simplemente la experiencia de experimentar la realidad de creer en Dios como la realidad de tal experiencia puramente personal. Me gusta definirlo como un vivir en plural.

Así pues se puede ver que los deseos religiosos y los impulsos espirituales no son de naturaleza tal como para conducir a los hombres meramente a querer creer en Dios, sino más bien que son de una naturaleza y poder tal que los hombres quedan profundamente marcados por la convicción de que deben creer en Dios. El sentido de deber para lo que Es, y su evolución y las obligaciones consiguientes a la iluminación de la revelación producen una impresión tan profunda sobre la naturaleza moral del hombre que éste finalmente llega a esa situación de pensamiento y actitud del alma en la que concluye que es imposible no creer en Dios. La" sabiduría más elevada y superfilosófica" de un individuo así esclarecido y disciplinado, instruye en último término que dudar de Dios o desconfiar de su bondad equivaldría a traicionar la cosa más real y más profunda dentro de la mente y del alma humana.


26 04 08

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