viernes, 29 de julio de 2011

Julia Navarro.- Viaje a una tierra desesperada

          Apenas tengo tiempo para nada, ni siquiera para escribir. Pero he leído un artículo de Julia Navarro que merece la pena ser divulgado. Está publicado en la revista  Mujer hoy.  Es una reseña del mundo que estamos dejando y que más se asemeja al oscurantismo de la Baja  Edad Media que al siglo XXI



Foto de la revista Mujerhoy




23 jul 2011



- No escribas mi nombre...

– ¿Por qué?

–Nos conocemos todos y no quiero problemas. Alguien puede leer tu reportaje y me meto en un lío.


 No escribo su nombre que empieza por N. Se lo he prometido. Eso y que disimularé cuanto pueda su identidad. A cambio, ella me acompañará por las calles de Belén. Espero que hable sin miedo. Su miedo me ha sorprendido.

– No es miedo, es prudencia. No es fácil ser Cristiana en Palestina. Cada vez quedamos menos.

– ¿Por qué?, pregunto.

– Somos un cuerpo extraño.

 – Pero tú eres palestina.

– Sí, pero soy palestina cristiana y las relaciones no son fáciles ni con los musulmanes ni con los judíos, nunca lo han sido. ¿Sabes cuantos cristianos quedamos? Unos centenares, cuando éramos miles. Pregúntate por qué.


– Pero cristianos o no, sois palestinos –le insisto. Ella se encoge de hombros, como si fuera difícil explicar que ser cristiano en Palestina o Israel es como estar en tierra de nadie.

– Para los judíos, solo somos palestinos. Para los musulmanes palestinos, somos cristianos.

– Pero lucháis codo con codo con los musulmanes por esta tierra. ¿Dónde está la diferencia? –pregunto–. Además, hay y ha habido importantes dirigentes cristianos, sobre todo en Belén. No responde y vuelve a encogerse de hombros. Luego se lo piensa mejor y lanza un reproche:

– A los cristianos del resto del mundo no les importa nuestra suerte. No solo aquí, sino en Egipto, en Iraq... ¿A quién le importamos?


“N” habla un perfecto castellano. Vivió en México cuando era una recién casada llena de ilusiones. “Las cosas se torcieron y tuvimos que regresar”, relata. Le pregunto por qué México y responde que su marido tenía allí amigos que habían prometido ayudarles.

– Huíamos de la violencia y allí nos topamos con más. Pero volvimos porque mi marido se quedó sin trabajo
.

– También echarías de menos Palestina...

– Sí y no. Aquí se quedan los cristianos que no pueden ir a ninguna parte. Creo que muchos se irían si pudieran.

Lo dice sin amargura, como si describiera la realidad más simple.

“N” ha cumplido los 40, tiene marido e hijos y trabaja en lo que puede: a veces como guía, otras como intérprete. Como la mayoría de los ciudadanos de Belén, vive del turismo, de los miles de peregrinos y viajeros que acuden al lugar donde nació Jesús.