lunes, 28 de julio de 2008

María la de Magdala





EL CUERPO EVANGELISTA DE MUJERES

De todas las acciones audaces de Jesús en relación con su carrera terrenal, la más extraordinaria fue anunciada súbitamente en la tarde del 16 de enero del año 29 : «Mañana seleccionaremos a diez mujeres para trabajar en el ministerio del reino». Al comienzo del período de dos semanas, durante el cual los apóstoles y evangelistas estarían ausentes de Betsaida de vacaciones, Jesús pidió a David que llamara a sus padres de vuelta a la casa y que enviara mensajeros convocando a Betsaida a diez mujeres devotas que habían servido en la administración del antiguo campamento y del dispensario de tiendas. Todas estas mujeres habían escuchado la instrucción impartida a los jóvenes evangelistas, pero jamás se les había ocurrido ni a ellas ni a sus instructores que Jesús se atrevería a comisionar a las mujeres para que enseñaran el evangelio del reino y ministraran a los enfermos.
Estas diez mujeres seleccionadas y comisionadas por Jesús fueron: Susana, la hija del ex chazán de la sinagoga de Nazaret; Joana, la esposa de Chuza, el asistente de Herodes Antipas; Elizabeth, la hija de un judío rico de Tiberias y Séforis; Marta, la hermana mayor de Andrés y Pedro; Raquel, la cuñada de Judá, el hermano carnal del Maestro; Nasanta, la hija de Elman, el médico sirio; Milca, una prima del apóstol Tomás; Ruth, la hija mayor de Mateo Leví; Celta, la hija de un centurión romano; y Agaman, una viuda de Damasco. Posteriormente, Jesús agregó dos mujeres más a este grupo: María Magdalena y Rebeca, la hija de José de Arimatea.

Jesús autorizó a estas mujeres a que establecieran su propia organización, y ordenó a Judas que proveyera fondos para su equipo y para los animales de carga. Las diez nombraron jefe a Susana y tesorera a Joana. De ahí en adelante se abastecieron por sí mismas; nunca más pidieron apoyo monetario a Judas.

Era sorprendente en esa época, considerando que las mujeres no podían ni siquiera ser admitidas al atrio principal de la sinagoga (estando confinadas a la galería de mujeres), que se las reconociera como instructoras autorizadas del nuevo evangelio del reino.
El cometido que Jesús dio a estas diez mujeres al seleccionarlas para enseñar el evangelio y ministrar fue la proclamación de la emancipación; lo cual liberó a las mujeres para todos los tiempos; ya no debían los hombres considerar espiritualmente inferiores a las mujeres. Esto produjo una contundente zozobra aun entre los doce apóstoles. A pesar de que muchas veces habían escuchado al Maestro decir que «en el reino del cielo no hay ricos ni pobres, ni libres ni esclavos, ni hombres ni mujeres, todos son igualmente hijos e hijas de Dios», estaban literalmente pasmados cuando él propuso comisionar formalmente a estas diez mujeres como instructoras religiosas y aun permitirles que viajaran con ellos.
El país entero se agitó ante este procedimiento, y los enemigos de Jesús sacaron provecho de esta acción para usarla contra él, pero por todas partes las mujeres creyentes en la buena nueva tomaron firmemente partido por sus hermanas elegidas entonando con gran convicción su aprobación más plena de este reconocimiento, aunque tardío, del sitio que debe ocupar la mujer en el trabajo religioso. Y esta liberación de la mujer, dándoles el debido reconocimiento, fue practicada por los apóstoles inmediatamente después de la partida del Maestro, aunque las generaciones subsiguientes volvieron a caer en las viejas costumbres.
En los albores de la iglesia cristiana las mujeres instructoras y ministras eran llamadas diaconisas y se les acordaba reconocimiento general. Sin embargo Pablo, a pesar de profesar que estaba de acuerdo con todo esto en teoría, no supo incorporarla sinceramente en su propia actitud y personalmente le resultó difícil practicarla.

Al salir el grupo apostólico de Betsaida, las mujeres viajaban en la retaguardia. Durante las conferencias, siempre se sentaban en grupo al frente y a la derecha del que hablaba. Cada vez más mujeres se convertían en creyentes en el evangelio del reino; había sido fuente de dificultades y muy embarazoso el que alguna de ellas deseara conversar personalmente con Jesús o con uno de los apóstoles. Pero todo esto había cambiado. Si una de las mujeres creyentes deseaba ver al Maestro o conferenciar con los apóstoles, iba a ver a Susana, e inmediatamente la acompañaba una de las doce mujeres evangelistas ante la presencia del Maestro o de uno de sus apóstoles.

En Magdala fue donde las mujeres demostraron por primera vez su utilidad y reivindicaron la sabiduría de su selección. Andrés había impuesto reglas un tanto estrictas a sus asociados en lo que concernía al trabajo personal con las mujeres, especialmente con aquellas de conducta dudosa. Pero al llegar el grupo a Magdala, les estaba permitido a estas diez mujeres evangelistas entrar libremente en las casas que albergaban el mal, y allí predicar la buena nueva directamente a las que allí habitaban. En el ministerio de los enfermos, estas mujeres entablaban fácilmente relaciones íntimas con sus hermanas afligidas. Como resultado del ministerio de estas diez mujeres (más adelante conocidas como las doce mujeres) en este lugar, María Magdalena fue ganada para el reino. A través de una sucesión de infortunios y como consecuencia de la actitud de la sociedad convencional hacia las mujeres que cometen tales errores de juicio, esta mujer se encontraba en uno de los antros de perdición de Magdala. Marta y Raquel fueron quienes explicaron a María que las puertas del reino estaban abiertas aun para las personas de su calaña. María creyó en la buena nueva y fue bautizada por Pedro al día siguiente.

María Magdalena se convirtió en la más eficaz instructora del evangelio en este grupo de doce mujeres evangelistas. Fue seleccionada para este servicio, juntamente con Rebeca, en Jotapata, unas cuatro semanas después de su conversión. María y Rebeca, con otras de este grupo, siguieron laborando fiel y eficazmente para el esclarecimiento y elevación de sus hermanas oprimidas hasta el fin de la vida terrenal de Jesús; y cuando se desarrolló el último y trágico episodio en el drama de la vida de Jesús, a pesar de que todos los apóstoles menos uno huyeron, estas mujeres estuvieron todas presentes, y ni una sola entre ellas negó a Jesús ni lo traicionó.



viernes, 18 de julio de 2008

Me pidieron que hablara de un paisaje
















Este poema lo escribí pensando que me hubiera gustado que fuera María Magdalena quien realmente lo hubiera escrito y luego recitado, teniendo frente a ella a un Jesús resucitado.

Me pidieron que hablara de un paisaje
de una ciudad o de un lugar cualquiera
y de tres razones que su existencia distinguieran
Me pidieron que hablara de tus manos
aunque aun ellos ni siquiera lo supieran.
Porque tus manos son paisaje
acantilado, valle, cordillera,
pueblo, posada, castillo y ciudadela
de tantos colores, formas y texturas
que mi alma late desbocada
intentando expresar lo que sintiera.
Porque tus manos son mi esencia
lo que veo, toco, huelo, oigo, como y
lo que podría desear si no existiera
Porque tus manos son alas de paloma
que en mis labios sin nombrarte ya aletean
Porque tus manos son los cuencos
donde calmo la sed de mi tristeza.
Porque tus manos son las nubes
donde mis sueños prohibidos vuelan.
Porque tus manos son rocío.
lluvia de paz que a mi piel sosiega.
Porque tus manos son los ríos
y mis dedos el mar que les espera.
Porque tus manos son mis ojos
cuando no veo más allá de la ceguera
de no querer que te me marches
mi Señor, mi amor, mi vida entera.
Porque no veo tus nudillos descarnados,
desgarrados por la piedra y por la arena.
Porque no veo el hueco de los clavos
atravesando tu carne en la madera
cuando subiste al monte del calvario
para redimir al mundo con tu entrega.
Que me perdonen quienes preguntaron
porque a medias dejo mi respuesta.
Debería mi Señor dar tres razones
de algo que de tus manos más convenza
pero se me antoja inútil discusión
porque son tantas las que hoy yo diera,
que no hay primera, ni segunda, ni tercera
pues en todas estás tú, mi dulce amor
y en todas estarás, mi luz eterna.
Paco Téllez (Levmor)

jueves, 17 de julio de 2008

Por ese otro AMOR



.............................................................Dibujo de Elisa

POR ESE OTRO AMOR

Dios enamora a todos de silencios,

nos va dejando sus respuestas claras

coloca un farolillo en nuestras manos

y no olvida su luz que nunca apaga.

Él, entra de súbito a nuestra vida

y nos invade amor tan de repente,

provocando oración tan conmovida

de caricia y sosiego permanente.

Es placer, gracia y ardor, fuego atrapado

permanencia del Todo en que se une;

existencia inmaterial,

naturaleza en lo que muere,

nace y no se consume.

Su etérea realidad de su materia

le debe la existencia su ventura,

y los poetas recorren la galaxia

necesitando amor para su cura.

Sueños y pensamientos son renuncia

cuando se mira almo desnudado;

de inmaterial soledad en sacrificio

si todo amor por Él, hemos entregado.

*Elisa en: “Amor de Dios” 26.05.06 _________________