jueves, 6 de agosto de 2009

De padres e hijos...

Hoy me han puesto ante los ojos a un anciano.
Un hombre que esta solo.
Salió a comprar un poco de pan y un dulce… y se lamentaba en el establecimiento la situación en que se encontraba, teniendo hijos que no se acordaban de él.
Contaba la vida dura que había llevado, como había emigrado a Francia para sacarlos adelante; su difícil vida allí donde tenía que vivir permanentemente armado y había presenciado dos veces ajusticiar en la guillotina – Sin mencionar a qué se había dedicado, ni yo se lo pregunté-


Aseveraba que esos mismos hijos , le habían arruinado con sus exigencias para la compra de coches y viviendas… para al final encontrarse solo entre cuatro paredes.
Realmente el hombre tal y como relataba su situación, te hacía reflexionar sobre lo extremas de algunas circunstancias de la vida; y en el fondo de mi corazón sentía una gran lastima por ello.

Pero una voz muy dentro de mí me decía todo el tiempo “ Siempre hay que escuchar las dos versiones”. La situación seguirá siendo la misma pero las circunstancias tal vez diferentes… y aún con todo- NO HAGAS JUICIOS DE VALOR- porque siempre serán versiones.

Pero lo peor , era la sensación que me causaba ver a un padre hablando mal de sus hijos, pensé a la inversa… un hijo hablando mal de sus padres. La sensación permaneció ; aunque lo apoyaran las razones…

V.Nas 06-08-09

1 comentario:

Anónimo dijo...

Leyéndote, V. nas, he pensado igualmente en la otra versión, hasta que he leído el final de tu experiencia. Estoy de acuerdo, no podemos juzgar, siempre hay otra parte por saber.
Tengo más de una experiencia muy parecida que se grabó en mi piel. Cuando fui a Bogotá comprobé muy cerca dos versiones de estilos de vivir. Realidades muy parecidas por bohemias. Uno con techo propio, otro sin el, amantes de la literatura, la música y huyendo de los convencionalismos sociales. Me permití preguntar al segundo, al que se acercó en la calle a pedirme una limosna. (El de techo propio me acompañaba).
El sin techo nos pidió unos pesos para desayunar esa mañana. Mi sorpresa fue grande,... detrás de un aspecto francamente descuidado, barba y cabello largo, manos y uñas mugrientas, ¡había un hombre no menor de cuarenta años y muy guapo! Supe por su acento que hablaba alemán. Pensé: ¡Un turista que se quedó sin dinero o fue robado! Me dirigí en su lengua e intercambiamos impresiones. Supe que "amaba esa forma de vivir y despreciaba su anterior vida burguesa y acomodada en Alemania". "Llevaba diez años así de esa forma, andando y recorriendo pueblos y ciudades, viviendo de la caridad, ni su familia sabía dónde estaba y tampoco se ocupaban de buscarle, pero me decía que su verdadera escuela estaba en las aulas del día a día". Era culto, tremendamente guapo. Me dijo que "era feliz así, que creía en Dios porque estaba en la voluntad y amor de cada ser humano; eso le bastaba"; "que sólo quería vivir y que le dejaran vivir, porque todos éramos sus hermanos y el mundo su casa". Y, "a cambio de transporte de un lugar a otro, hacía pequeños trabajos como trueque, entonces cambiaba su aspecto para que le dejaran ir 'entre la gente limpia'."
No pudo entrar a la cafetería con nosotros cuando le invitamos...(!)Mi hermano se sentó con él en la acera, y yo les llevé un café con leche y algo más que llevarse a la boca. No quiso recibir nada más de nosotros. Los dueños de la Cafetería, nos miraban con asco o sorprendidos y cuando él nos abrazó y nos dió un beso a las mujeres, mi madre, mi hija y a mí sin que nos molestara o le rechazáramos, estaban aún más boquiabiertos.
La bandeja que les había llevado con el servicio de desayuno, la recogí y la puse sobre la barra. Fue a parar al cubo de la basura. 'El indigente' se fue cantando y nosotros seguimos caminando en silencio.

La otra versión real del "con techo" ya la conoces... "Las tres pécoras".

Un abrazo. Elisa.