Ayer acompañé la Procesión del Silencio. Antesala de la Pasión , anuncio de lo que acontecerá en la memoria de éstos días en los que Celebramos , sí celebramos en el recuerdo del dolor, el más grande regalo del que hayamos sido receptores.
La Semana Santa que en tantos lugares se asocia al turismo y la pandereta. A las manifestaciones externas , populares , evidentes y en ocasiones aparatosas.
Llovía. Llegó a temerse que los pasos no pudieran salir ante el deterioro de las imágenes pero una hora antes el tiempo se avino y los preparativos se iniciaron . La cofradía estaba contenta y al mismo tiempo preocupada; si retornaba el agua ¿cambiarían el recorrido? ¿ harían el más corto? Autoridades militares y eclesiásticas junto a un pequeñísimo grupo de personas esperábamos a la puerta.
Comenzaron a salir los pasos por el portalón con su dificultad , y las fanfarrias de duelo los fueron recibiendo, cada uno llevaba su acompañamiento que al ritmo de la percusión marca la danza uniforme y majestuosa de avance de los misterios.
No habían salido de la bocana de la iglesia, y la lluvia regresó, ya estaba decidido el recorrido más largo y no se alteró la decisión.
En el mayor de los silencios. Sin aglomeraciones. Al ritmo bien de las trompetas , bien de las gaitas o los tambores , siempre doliente , comienza el lento avance del Cristo del Flagelo y La Virgen de las Angustias. Los cofrades emocionados y recogidos acompañan el duelo sin un paraguas, sin un cobijo. El silencio se escucha… impone. Los paseantes se detienen en las aceras esperando el tránsito, nadie absolutamente nadie cruza de acera a acera durante la comitiva. No puede decirse que muchos de ellos se encuentren allí intencionadamente , son más bien acompañantes circunstanciales… pero acompañantes a fin de cuentas pues el respeto así lo demuestra. Me emociona más esta realidad palpable que la de una muchedumbre. No se abren los paraguas para no molestar , se piensa en el que está detrás. Silencio, Jesús atado a su columna se muestra llagado y mojado los ojos que lo miran. No puedo dejar de preguntarme si la observación de la circunstancia es idéntica a la de los curiosos del momento histórico ¿ qué pensarían mientras lo contemplaban? ¿qué pensarían sus corazones?
Una bellísima Virgen de brillantes lágrimas que se mezclan con las naturales gotas de lluvia lo sigue a distancia con tronío , imponente en el lento y rítmico latir como de corazón. Se acerca la Plaza de la Catedral ya no hay aceras , ni protecciones para el aguacero ; Jesús y la Virgen lo cruzan solos con su cortejo… silencio.
Una vez más se puede elegir un tramo más corto , pero el silencio pide todo el esplendor de lo que se palpa. Se inicia el acceso a las calles estrechas y tortuosas de los alrededores de la Catedral. Los más duros y difíciles para unos portadores ya agotados por el peso y la inclemencia, y cuanto más se estrecha el camino más se magnifica la Presencia Recogida del Silencio.
No pienso nada, sencillamente voy tan a gusto en el silencio, como en el más grande y sublime momento de comunicación amorosa. Lo mejor es cuando las palabras sobran. Finalmente llegamos a casa y todo el mundo sonríe ¡qué bellas sonrisas! ¡qué satisfechas y mojadas sonrisas!
¡Qué gran experiencia!
V.Nas 18 03 08
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