Pendía de la fachada con un collar de cuerda sujeto a los barrotes de la ventana. No es que no hubiera avisado antes, hacia unos meses había sido un frasco de pastillas. Pero nadie , ninguna institución quiso ver sus lágrimas ni el embudo en el que se encontraba, que se estrangulaba por momentos.
Esta acción desesperada una vía de escape en la que encontró luz en medio de la soledad más oscura, resolvía dos problemas; automáticamente debería aparecer el centro de acogida para el violento enfermo mental con el que convivía… y ella hallaría la paz.
Se colocó la gargantilla y voló hacia la libertad.
V.Nas
26-07-10